Dilema empresarial: ¿Schumpeterianos o lumpen burguesía?
por Leopoldo Lavín Mujica
Desde una perspectiva histórica, el neoliberalismo a la chilena habrá sido un factor de atraso. En el plano educativo es una evidencia. Pero también es responsable de encadenar al empresariado a percepciones erróneas y de impedir que los gobiernos post-dictadura tomen las decisiones atinadas.
Puesto que para que se generen procesos de inversión, de competitividad y de innovación en un contexto democrático, es fundamental un cambio de perspectiva y que al menos se instalen tres condiciones:
1) que el Estado invierta en un sistema de educación pública gratuito y moderno;
2) que el empresariado adopte una cultura de empresa democrática y se abra a un nuevo contrato social o pacto de solidaridad;
3) que las organizaciones sindicales puedan negociar en posición de igualdad sus remuneraciones y condiciones de trabajo, e introducir mecanismos de participación en la vida y en las decisiones de la empresa.
Es evidente que en este proceso el Estado debe desempeñar un rol de articulador y promotor de las transformaciones.
El telón de fondo son las mutaciones socioculturales de los tiempos presentes; los ciudadanos trabajadores y los movimientos sociales exigirán cada vez más condiciones de vida acordes al imaginario de la época; más democracia, más igualdad, más distribución de la riqueza y más respeto del medio ambiente.
La contradicción. Las “reformas microeconómicas” reclamadas por el empresariado son una vuelta atrás. La flexibilidad, el trabajo precario de las subcontrataciones, las estrategias antisindicales y los bajos salarios son socialmente inaceptables. Estas realidades corresponden a un ciclo que se acaba. El nuevo período implica encarar los grandes desafíos de las sociedades del conocimiento, de la ‘nueva economía’.
Si el actor patronal no renueva sus esquemas de percepción de la realidad socio-económica nacional y global, el desarrollo futuro de los acontecimientos los sindicará como el único responsable de sus propias frustraciones.
Se aplicará en este caso la figura de “burguesías lumpen”(1). Concepto forjado por André Gunder Frank (1929-2005), que designa a una clase capitalista sin voluntad de desarrollo-nación, políticamente miope, dócil, subordinada a los centros capitalistas mundiales y neoliberales de poder. Además de ser depredadora y destructora tanto del tejido social, como del medio ambiente, y de la calidad de vida. Empresarios prestos a invertir y a especular en los mercados financieros globales pero desatendiendo la inversión nacional en tecnología creadora de puestos de trabajo.
La otra opción es la de asumir la categoría de ‘empresarios capitalistas innovadores’ elaborada por Joseph Schumpeter (2). Desembarazarse de los reflejos autoritarios y corporativistas de clase dominante. Entrar al mundo democrático, invertir, innovar, motivados por la búsqueda del lucro razonable -no se les puede pedir que se conviertan de golpe al Bien Común y a la solidaridad social, éstas son tareas de la Izquierda-, pero, jugando limpio y generando empleos buenos.
La actitud ‘schumpeteriana’ exige ponerse de acuerdo con el Estado y con las organizaciones de trabajadores en planes de innovación tecnológica, de formación y de inversión. Aceptar la democracia en la empresa, la transparencia en las transacciones y rendir cuentas a las asambleas de trabajadores.
Por supuesto, la realidad muestra que para dar este salto se requiere mucha clarividencia y apertura de espíritu; actitudes que escasean en las elites empresariales chilenas y en sus mentores traídos de la realidad neoliberal estadounidense.
Para algo tendrían que servir los cursillos de ‘ética en los negocios’ y de la ‘responsabilidad de la empresa’ de las Universidades (3). No sólo para darse una buena conciencia y practicar una actitud cívica dicotómica: capitalistas de día, moralistas en los editoriales de los fines de semana.
Nada fácil la reconversión cultural, económica y política, para quienes vivieron en el confort y la indiferencia. Los grupos empresariales, al copar el Estado dictatorial usufructuaron de las prebendas que se auto-regalaron. Sin más, la palanca de la productividad y la competitividad del modelo ha sido la mano de obra barata, explotada y con poco valor agregado en el plano del conocimiento.
Y lo peor, creyeron que esto duraría eternamente. Por cierto, las leyes laborales vigentes aún benefician al capital; dificultan la organización sindical obstaculizan una negociación justa. Situación asimétrica que de continuar son una bomba de tiempo social.
Pero la dialéctica de la globalización y de la profundización de la democracia obliga a dar saltos cualitativos (políticos, económicos y sociales) o a vegetar en modo estancamiento o agonía paulatina. Las sobadas de lomo de los ministros de la Concertación no ayudan a la clase empresarial a actuar según el principio de realidad, para evitar otro caso de desarrollo frustrado en los albores del siglo XXI.
El paradigma educación/innovación/desarrollo
Las profundas transformaciones de la ciencia durante el siglo XX son la fuente de la Tercera Revolución Industrial; la de las nuevas tecnologías que son tecnologías fundamentalmente intelectuales. Esta revolución le dio un impulso a la globalización capitalista y creó los fundamentos para una economía del conocimiento que puso al saber al centro de la actividad humana y de las transformaciones sociales.
Es el nuevo paradigma. El debate tendría que considerar las certezas razonables que todos los estudios mundiales sobre el tópico resaltan. Que llegado el momento, el del empuje final, las sociedades que emergen y que navegan con éxito en el contexto global son aquellas que invierten en los sistemas educativos como condición ‘sine qua non’ para atraer inversiones con transferencia tecnológica.
Uno de los mejores ejemplos de la incomprensión de los vínculos entre educación y sociedad del saber, es la discusión bizantina entre parlamentarios acerca del carácter militar o civil del satélite europeo. El debate tendría que responder a las siguientes preguntas: ¿está preparado el país para aprovechar en el plano científico-educativo el impacto de una compleja y rica tecnología de manera que ella repercuta y se propague como una onda benéfica por todo el sistema de Investigación+Desarrollo y educativo, desde los laboratorios de las Universidades hasta la escuelita de Cherquenco? y ¿un satélite militar-civil es la mejor inversión, considerando sus costos, para obtener beneficios en el campo de las nuevas tecnologías, que ayude a un proyecto de Investigación+Desarrollo que se disemine hasta las empresas innovadoras? (4)
Puede que no. Los estudios muestran que no hay salto posible a las economías del ‘conocimiento’, del ‘saber’ o ‘Nueva economía’ sin quemar la etapa de la inversión masiva en educación pública. Dato duro que también pareciera ser ignorado por los poderes económicos, por el sistema de partidos y por los inefables think tanks liberales.
En efecto, el vínculo entre inversiones masivas en la red pública de educación, con una vasta masa de ciudadanos provistos de altos niveles de escolaridad técnica, humanista y profesional y la atracción de inversiones con transferencia tecnológicas, ha sido probado por los más recientes estudios. Muchos de ellos confirman que para optimizar la propagación de la onda innovadora es necesario un cambio en la cultura de la empresa hacia más beneficios para los trabajadores y una mayor participación de éstos/éstas en los planes de capacitación.
Es sabido que la no integración de los trabajadores en los procesos de reconversión tecnológica genera problemas de desinterés y de rechazo que ni las más eficaces técnicas de ‘management’ o de ‘reingeniería de la empresa’ pueden resolver. Eso que los psicólogos del trabajo llaman burn-out, depresión o stress, la teoría marxista ya lo estudió como los efectos de la alienación en el trabajo en condiciones de explotación y de individualización de la relación laboral. Por suerte la subjetividad de la gente resiste y se protege colectivamente por la acción social y política.
Trabajar por lograr la conjunción de estos procesos (educativo, de inversiones con valor agregado y de reformas en la empresa) es el único trampolín para emerger, es decir aumentar los niveles y la calidad de vida del conjunto de una comunidad nacional. Esto es fruto de un trabajo mancomunado.
Socializar los esfuerzos
Para innovar en tecnologías todo el mundo está de acuerdo que se requiere una gran inversión y apoyo estatal directo o bajo la forma de incentivos fiscales (en este punto no hay burgués o empresario que no sea estatista). Lanzarse en el desafío implica además de la colaboración activa y sinergética de la empresa privada (de todos los tamaños) y de sus laboratorios de investigación (si los hay) junto con los centros científicos, universitarios y técnicos.
Cuando estas redes son densas y existe una sana cultura del estudio y del trabajo de investigación, se instala allí un clima propicio para la innovación. Tal ambiente facilita el fenómeno de las inversiones que sólo cuando cuentan con el factor humano formado y educado pueden atraer la implantación de nuevas tecnologías bajo la forma de inversiones. Son las transferencias tecnológicas que para las economías emergentes constituyen nuevos atajos en el plano de la innovación, puesto que estimulan la creatividad e incluso de imitan y copian. Pero para hacerlo, hay que saber y estudiar como hacerlo bien. Ha sido el camino chino (5).
Como puede verse, el círculo virtuoso de las economías exitosas del saber y del conocimiento, que permite que éstas se inserten con éxito en la economía global, tiene como pivote un sistema educativo eficaz y abierto a todos. Ha sido el camino que Irlanda ha seguido (además de Finlandia, Dinamarca y Noruega) quién sólo en 15 años, pero apoyándose en una educación post secundaria pública y gratuita, logró instalarse en la Economía del Saber. Pero para darse estas bases fundacionales no hay atajos. Cuestión de vigilancia ciudadana.
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(1) Ver Capitalismo y Subdesarrollo en América Latina: http://www.eumed.net/cursecon/textos/Frank/index.htm
(2) Es en la Teoría de la Evolución Económica (1912) y en Business Cycles (1939) que Joseph Schumpeter presenta al capitalismo como un sistema inestable cuyas perpetuas transformaciones tecnológicas producen ciclos largos, puestos en evidencia por Nicolás Kondratieff. La dinámica de las innovaciones está ligada a la existencia de empresarios innovadores y a una cultura de la innovación. Los estudios actuales muestran que la participación de los trabajadores en el proceso se revela esencial.
(3) Los cursos de ética en el curriculum de las escuelas de negocios fueron una respuesta a la impugnación moral al capitalismo debido a la ola de corrupción que a fines de los 90 se produjo en la grandes empresas. Los manejos delictuosos de los ejecutivos de Enron, Worldcom, Vivendi, y las maniobras especulativas en el mercado del cobre por operadores de SUMITOMO y del Estado chino, son algunos de los ejemplos más notables. Además del comportamiento antisindical e inhumano de Wal-Mart y de la explotación del trabajo infantil de Nike y de Gap. Ver ‘No Logo’ de Naomi Klein.
(4) Hubiera sido más razonable invertir en una nueva tecnología energética que permitiera ya comenzar a paliar el grave retraso en energías renovables que tendrá Chile en los años venideros.
(5) Las poderosas empresas de la energía nuclear, Westinghouse de EE.UU. y Areva de Francia, saben que la que gane los contratos para construir reactores de tercera generación en China, perderá sin más, en algunos años, la propiedad intelectual sobre la sofisticada tecnología. No hay contrato legal que pueda impedirlo.
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Leopoldo Lavín Mujica es profesor del Departamento de Filosofía del Collège de Limoilou, Quebec, Canadá. leopoldo.lavin@climoilou.qc.ca
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